El delantal tiene una larga historia que se remonta a los tiempos en que las pirámides eran nuevas. No tiene un inventor único con nombre y apellido, sino que es una prenda hija de la necesidad, nacida en lugares tan diversos como el antiguo Egipto (¡más de 4.000 años atrás!) y la Mesopotamia (Hoy Irak, parte de Siria y Turquia), donde era una pieza de tela que usaban los artesanos y los sirvientes, atada a la cintura para proteger sus valiosos atuendos del polvo y el lodo.

Pero no fue hasta la Edad Media, por allá en los años 1200, que el delantal se empezó a consolidar como un símbolo de oficio. Los gremios de oficios (panaderos, herreros, carniceros) usaban delantales no solo para no mancharse, sino para distinguirse: el color y el material decían quién eras y qué hacías. Los zapateros usaban delantales negros, los carniceros blancos, etc. Y fue en las cocinas de la realeza europea, como la Inglaterra Tudor, donde empezó a ganar bolsillos estratégicos, perfectos para guardar las especias, un paño o las llaves de la despensa.

Con la llegada del siglo XX el delantal se convirtió en un ícono de la mujer moderna, símbolo de la dueña de casa y de la eficiencia y también, de los grandes cocineros, hombres y mujeres. Asi que un delantal es una tradición milenaria que ha pasado por faraones, guerreros y chefs y en tsu los hacemos a mano con Candelaria y Maria Tere, para hacer felices a chefs de restaurantes muy diversos y a jóvenes que estan aprendiendo el maravilloso arte de la cocina.