Aquí en este lugar cerca de Macondo, con este calorcito de la costa, septiembre no solo trae brisa, sino también el ambiente perfecto para celebrar el amor y la amistad. En Bogotá, en aquella nevera que recuerdo con cariño, el Día del Amor y la Amistad siempre fue la excusa para ir a un buen restaurante o mandarse unos chocolates. Pero después de casi cuatro años por estas tierras caribeñas, me di cuenta de que el verdadero plan chévere es el de la cocina. Mis amigas Candelaria y Maria Tere son unas cocineras formidables pero descubrí que sus mejores platos los hacen con sus asistentes de cocina: Sus esposos. No hay nada más bonito que esa magia que ocurre cuando dos personas se meten al fogón a crear algo juntos.
Y no es algo de ahora, ¿saben? Hasta en la historia, la cocina ha sido clave. Por ejemplo, a la famosa chef Julia Child, su esposo Paul le abrió los ojos al mundo de la comida francesa, y esa pasión compartida fue el ingrediente principal de su amor. Es más, hasta el mismísimo George Washington tenía una máquina de helados especial para compartir con su esposa Martha, porque la comida es un lenguaje que nos conecta. Se trata de cuidar al otro, de compartir un momento y de celebrar la vida con sabor.
Así que, en este mes de los amigos y el amor, mi consejo es sencillo: dejen las reservas en los restaurantes a un lado y métanse en la cocina. Desde el plan de ir juntos a comprar los ingredientes ya es un inicio delicioso. ¡Y por supuesto que no falte un buen vino! No tiene que ser nada complicado, solo un plato que los haga felices. Preparen una pasta, una pizza o hasta un simple postre. La verdad es que lo importante no es lo que sale de la estufa, sino lo que se construye mientras lo preparan. ¡El amor se cocina a fuego lento, y qué sabroso que sabe!
